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¿Cuáles son los desafíos éticos en el arbitraje relacionados con la independencia e imparcialidad?

Es fundamental para cualquier profesional respetar una serie de principios morales que guíen su actuación. En este artículo, abordaremos dos principios fundamentales en el arbitraje: la independencia y la imparcialidad de los árbitros. El artículo 28, inciso 3 de la Ley Nº 26572 (Ley General de Arbitraje), menciona que los árbitros designados para la solución de una controversia pueden ser recusados cuando existan circunstancias que den lugar a dudas justificadas respecto de su imparcialidad o independencia, subrayando la importancia de no vulnerar estos principios.

El principio de independencia, como explica Carlos Matheus López, “posee un carácter objetivo e implica una situación de no dependencia, factual o jurídica, en relación con los sujetos parciales del arbitraje” (2007: p. 67). En otras palabras, los árbitros no deben tener ninguna relación con las partes involucradas en el proceso. Algunos supuestos que vulneran este principio incluyen:

  • Existencia de una relación de subordinación entre el árbitro y una de las partes.
  • Presencia de una relación de negocios entre el árbitro y una de las partes.
  • Existencia de una relación de parentesco entre el árbitro y una de las partes.
  • Presencia de una relación entre el árbitro y el consejo de una de las partes.

El principio de imparcialidad, según José Carlos Fernández Rozas, “se configura como una noción de carácter subjetivo de muy difícil precisión, pues se refiere a una determinada actitud mental que comporta la ausencia de preferencia hacia una de las partes en el arbitraje o hacia el asunto en particular” (2010: p. 14). Esto significa que el árbitro no debe ser parcial y no debe dejarse llevar por opiniones preconcebidas. Algunos supuestos que vulneran este principio incluyen:

  • Cuando se otorga prevalencia a la tesis de una de las partes sobre una evidencia legal incontrovertible.
  • Cuando se considera como acreditado un hecho que no ha sido probado ni siquiera de forma indiciaria.

En conclusión, los desafíos éticos relacionados con la independencia e imparcialidad de los árbitros son no solo inevitables, sino también cruciales para un legítimo proceso arbitral.

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